La realidad económica ya está pisándoles los talones a las falsas esperanzas de muchos británicos. Hace un año, una escasa mayoría votó a favor de que el Reino Unido abandonara la Unión Europea, creyendo en las promesas de la prensa popular, y de los políticos que hicieron campaña por esa opción, de que el Brexit no perjudicaría sus niveles de vida. Pero lo cierto es que desde entonces, dichos niveles se han mantenido a costa del endeudamiento de los hogares.

Esto funcionó por un tiempo, porque el aumento del consumo de los hogares estimuló la economía del RU. Pero pronto llegará el momento de la verdad. Según muestran las últimas cifras publicadas por el Banco de Inglaterra, el crecimiento salarial en Gran Bretaña no se mantiene a la par de la inflación, de modo que el ingreso real ha comenzado a disminuir.

Conforme esta tendencia continúe en los meses venideros, las familias no tardarán en darse cuenta de que sus niveles de vida están cayendo, y tendrán que ajustar sus hábitos de gasto. Para colmo de males, también advertirán que están demasiado endeudadas y tendrán que desapalancarse, lo que reducirá todavía más el consumo hogareño, que viene sosteniendo la economía.

Además, el Banco de Inglaterra cometió el mismo error que el hogar promedio: subestimó el impacto de la inflación y ahora tendrá que ponerse al día mediante un aumento procíclico de los tipos de interés, que dificultará todavía más el pago de las deudas familiares.

Los británicos están cada vez más cerca del punto de inflexión típico de todas las tendencias económicas insostenibles, al que yo llamo “reflexividad”: lo que ocurre cuando la causa y el efecto se influyen mutuamente.

Esta realidad económica se agrava por la realidad política. El hecho es que el Brexit es una situación que perjudica tanto a Gran Bretaña como a la UE. Ya es tarde para deshacer el referendo, pero la gente todavía puede cambiar de idea.

Y al parecer, es lo que está sucediendo. El intento de la primera ministra Theresa May de fortalecer su posición negociadora mediante una elección anticipada fue un tiro por la culata: perdió la mayoría parlamentaria y creó un hung parliament, en el que ningún partido tiene mayoría por sí solo.

La causa principal de la derrota de May fue el traspié fatal que dio al proponer que los ancianos paguen una parte sustancial de sus gastos de atención con recursos propios (extraídos por lo general del valor de las casas en que han vivido toda la vida). Este “impuesto a la demencia”, como no tardó en ser bautizado, molestó profundamente a la principal base de apoyo del Partido Conservador de May: los ancianos, muchos de los cuales no votaron o apoyaron a otros partidos.

Otro factor importante de la derrota de May fue el aumento de la participación de los jóvenes, muchos de los cuales votaron al laborismo a modo de protesta, no porque tengan intención de entrar a un sindicato o porque apoyen al líder laborista Jeremy Corbyn (aunque su desempeño a lo largo de la campaña fue inesperadamente destacable).

La actitud de los jóvenes británicos en relación con el mercado común europeo es diametralmente opuesta a la de May y los simpatizantes del Brexit “duro”. A los jóvenes les importa conseguir un empleo bien pago, sea en Gran Bretaña o en otros lugares de Europa, y en ese sentido, sus intereses se corresponden con los de la City londinense, que les da esa posibilidad.

Para conservar el poder, May deberá negociar el Brexit de otro modo. Y hay señales de que está dispuesta a hacerlo.

Si encara con espíritu conciliador las negociaciones (con inicio el 19 de junio), May podría llegar a un acuerdo con la UE respecto de los futuros pasos, y acordar que Gran Bretaña siga en el mercado común el tiempo suficiente para hacer todo el trabajo legal necesario. Esto sería un gran alivio para la UE, ya que pospondría el aciago día en que la ausencia de Gran Bretaña creará un enorme agujero en el presupuesto comunitario. Un esquema como este beneficiaría a las dos partes.

Este es el único modo que da a May alguna esperanza de convencer al Parlamento de aprobar todas las leyes que tendrán que estar en vigencia una vez que, finalizadas las conversaciones para el Brexit, Gran Bretaña se retire de la Unión. Es posible que May deba abandonar su mal estudiada alianza con el Partido Unionista Democrático en Úlster y alinearse más claramente con los conservadores escoceses, partidarios de una versión más blanda del Brexit. May también tendrá que expiar las culpas de los conservadores de Kensington (Londres) por el incendio de la semana pasada en la Grenfell Tower, en el que perdieron la vida al menos 30 personas (y puede que sean muchas más).

Con esta plataforma May podría continuar a la cabeza de un gobierno de minoría (ya que nadie más querrá ponerse en su lugar). Completar el Brexit llevaría al menos cinco años más, lapso en el que habría una nueva elección. Y si todo sale bien, tal vez las dos partes decidan renovar el matrimonio incluso antes de divorciarse.